«Instagram: El impulsor del turismo superficial en la era digital»
En los últimos años, Instagram se ha convertido en una fuerza motriz detrás de una nueva tendencia turística: viajar principalmente para obtener la foto perfecta. Este fenómeno ha transformado la manera en que muchas personas experimentan y valoran sus viajes, priorizando la estética visual sobre la inmersión cultural y la experiencia auténtica.
La plataforma, con su enfoque en imágenes visualmente impactantes, ha creado una cultura en la que el valor de un viaje se mide por su «instagrameabilidad». Los usuarios buscan desesperadamente capturar momentos que generen likes y seguidores, en lugar de buscar conexiones genuinas con los lugares que visitan.
Este nuevo paradigma ha dado lugar al surgimiento de «puntos calientes de Instagram», lugares que se vuelven populares no por su valor histórico o cultural, sino por su potencial fotogénico. Playas paradisíacas, cafeterías con decoración llamativa, o murales coloridos se convierten en destinos obligados, no por lo que ofrecen en sí mismos, sino por cómo se verán en un feed de Instagram.
Hace un par de años visite algunas islas remotas (o eso pensaba yo) de Filipinas. Para mi sorpresa estaban llenas de viajeros, especialmente españoles, y se concentraban en puntos concretos. Me pregunte si había ofertas, o promociones de alguna agencia, pero no… En un momento del viaje pregunte a un grupo de viajeros que porque se habían decidido por este destino y su respuesta fue unánime por Instagram porque habían visto unas fotos preciosas de varios influencers…
La consecuencia de esta tendencia es un tipo de turismo superficial. Los viajeros recorren largas distancias, gastan considerables sumas de dinero, y a veces incluso se ponen en situaciones de riesgo, todo por una foto. Muchos pasan más tiempo configurando la toma perfecta que realmente explorando o aprendiendo sobre el lugar que están visitando.
Este comportamiento no solo afecta la experiencia del viajero, sino que también tiene impactos significativos en los destinos. Lugares antes tranquilos se ven inundados de turistas en busca de la foto perfecta, alterando ecosistemas frágiles y perturbando comunidades locales. La autenticidad de muchos destinos se ve comprometida a medida que se adaptan para satisfacer las demandas estéticas de los influencers de Instagram.
Además, esta forma de viajar fomenta una visión distorsionada del mundo. Los usuarios de Instagram ven una versión curada y editada de los destinos, creando expectativas poco realistas. Esto puede llevar a la decepción cuando la realidad no coincide con la imagen idealizada que se ha construido en línea.
La ironía de esta situación es que, en su búsqueda por capturar momentos únicos y extraordinarios, muchos viajeros terminan teniendo experiencias homogéneas y poco memorables. La presión por obtener la foto perfecta puede eclipsar la joy de descubrir, aprender y crecer que tradicionalmente ha sido asociada con los viajes.
Es importante reflexionar sobre cómo las redes sociales están moldeando nuestras motivaciones para viajar. Mientras que compartir experiencias puede ser enriquecedor, es crucial no perder de vista el verdadero propósito del viaje: expandir nuestros horizontes, entender diferentes culturas y crecer como individuos.
En última instancia, el desafío para los viajeros modernos es encontrar un equilibrio entre documentar sus experiencias y vivirlas plenamente. Quizás sea momento de dejar el teléfono en el bolsillo por un momento y sumergirse verdaderamente en el destino, permitiendo que las experiencias auténticas, y no solo las fotos, sean el recuerdo más valioso del viaje.